Sin vida

- Buenas tardes, señor, perdone que le moleste, ¿ha visto usted una vida por aquí?

- ¿El qué..?

- Una vida, la mía, es que no la encuentro.

- ¡Ah, que ha perdido usted la vida, ahora lo entiendo!... ¿Y ha sido por esta zona?

- Sí, de eso estoy segurísimo. Yo venía por ahí, por ese paso de cebra, y ya no recuerdo más. Creo que me ha atropellado un coche.

- Pues tiene usted muy buen aspecto para haber sido atropellado. A mi tía Gloria la pillo una vespa y quedó muy maltrecha.

- Es que yo estoy ahora de espíritu, soy algo así como un holograma.

- Ah, vale, en ese caso... Pero siento no poder ayudarle. Mejor dicho, le voy a dar un consejo: Olvídese de su vida. Lo más seguro es que el cuerpo de usted se encuentra en estos momentos en un tanatorio a la espera del funeral y el entierro.

- ¡Coño, no había caído yo en eso!... Ahora lo recuerdo, la vida ya no se recupera, te mueres y punto.

- Pues sí, así ha sido hasta hoy.

- Me ha refrescado usted la memoria, y eso que no tengo cerebro.

- No le de más importancia.

- Vaya, siento haberle molestado. Discúlpeme usted.

- Está disculpado. ¿Y qué va a hacer ahora?

- No lo sé, veré como defiendo sin envoltura carnal ni coche ni móvil.

- ¡Vaya usted con Dios!

- Ah, pues ahora que lo dice...