Domingo montañero

En la montaña oigo los cánticos de los pájaros y los ladridos lejanos de algún perro. Me recuerdan que el silencio es sólo una idea. También oigo el zumbido lejano de un ciclomotor. Me recuerda que el hombre es un animal de dos patas.

Ayer me llovió en la montaña, poco antes de llegar al peñasco de la cruz. Soñé despierto con las montañas de Asturias, con el agua cayéndome a cántaron entre Oviedo y Cabruñana, en Sobrado Dos Monxes... Alcancé mi objetivo enfundado en el impermeable nuevo de este año y disfruté de una panorámica de Murcia bajo la lluvia. Inusual panorámica.

Voy oliendo a bosque y a tierra mojada mientras desciendo al valle. Siento la satisfacción del deber cumplido: oler la naturaleza, aunque no sea un deber.

La lluvia arrecia y el albergue más próximo es mi casa. Aún me queda más de una hora de camino. Lo que empezó siendo una lluvia amable se ha convertido en una lluvia copiosa, incesante. El impermeable cumple muy bien su función, pero yo me quejo porque soy humano.