¿Falsa ilusión?


Carroll Ríos de Rodríguez

Hoy es políticamente incorrecto criticar las políticas públicas que intentan afectar el clima.

Cuesta pensar en el calentamiento global, viendo majestuosos atardeceres y la nítida silueta de los volcanes, y sintiendo el frío de noviembre. Además, hoy es políticamente incorrecto criticar las políticas públicas que intentan afectar el clima. Sé que voy a contracorriente, pero nos conviene atender la advertencia del inglés Christopher Booker, autor y reportero con The Telegraph.

El autor escogió para su artículo un título casi suicida (de su carrera profesional, digo): “¿Es la amenaza del calentamiento global la falsa ilusión más grande en la historia?”. El subtítulo afirma que el escándalo científico más grande de nuestra generación es la exageración del impacto humano en el cambio climático, que a su vez fundamenta políticas públicas fantasiosas y “suicidas”.
Pensé: ¿Quién será el temerario Christopher Booker, que se lanza a la fosa para que los leones lo coman vivo? Según el autor James Deligpole, Booker es un periodista íntegro: lee la letra pequeña, escarba, verifica, “él habla la verdad al poder sin temor ni favor”.
Se lanza, pues, armado con datos y argumentos. Analiza los 5,000 correos electrónicos del Climategate 2.0, revelados al público antes de la reunión de Durban, Sudáfrica, donde anticipaban llegar a un acuerdo sobre políticas públicas. En dichos correos, los científicos se aconsejan unos a otros a no sonar optimistas, y revelan que están sujetos a presiones políticas. Booker ve en estas comunicaciones una prueba del trabajo científico ligero, así como una incapacidad para hacer frente a cuestionamientos académicos. Más que científicos, dice Booker, los protagonistas de los correos son “personas de dentro, fanáticas”, que “torturan la evidencia para apoyar su tesis” e intentan “defender lo indefendible”. Un verdadero científico es humilde y busca la verdad; no debería sesgar sus informes con base en su ideología o intereses políticos.
Por otra parte, Booker señala deficiencias en las políticas públicas en Inglaterra. Analiza cómo la obsesión de las autoridades por llegar a “cero emisiones de carbón”, efectivamente elevó el precio de la vivienda en 66%. Los políticos no pueden quejarse de bajas inversiones en construcción si ellos mismos encarecen el proceso, introduciendo mil regulaciones, incluyendo especificaciones sobre los equipos energéticos permitidos en hogares. Cita también un reporte según el cual el esquema de intercambio de emisiones en la Unión Europea ha significado el desperdicio de $287 mil millones en seis años; estos montos deberán ser pagados por tributarios, sin que éstos hayan percibido mejoras en las emisiones de carbono.
Los países pequeños copiamos a los desarrollados en materia de políticas ambientales, ya sea por condicionamientos o porque confiamos en su criterio. Conviene ver a través de los críticos ojos de Booker, para no embarcarnos en políticas caras, corruptas o fantasiosas con base en información pseudocientífica. Nosotros no nos podemos dar el lujo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 30 de noviembre 2011.