El “majes-terio” nacional


Estuardo Zapeta

Ni todas las “taxonomías”, ni todas las “pedagogías”, ni todas las “teorías educativas”, ni todas las “didácticas”, harán que “nuestros niños progresen”

Muérome de la risa. De cuál “calidad educativa” pretenden ahora los maestros estatales sindicalizados hablarnos. Que depusieron el paro de labores, ¡por favor! Si la pregunta es ¿cuándo han trabajado los sindicalizados?

La víctima, para variar, de semejante sistema de haraganería es la niña y el niño, principalmente el rural, quien no vota, quien no puede alzar su voz, quien todavía no discierne el mal que tanto sindicato buscaprivilegios le está haciendo.

Que la dignificación por aquí, que la dignificación por allá. Mamolas. La dignificación del “majes-terio” cuesta pinches 100 pesos, porque eso es lo buscan al final, un mísero aumento salarial.

Cuando trabajé en Pronade, ya hace muchos años, recuerdo que los padres de familia de las escuelas tradicionales, esas escuelas de maestros sindicalizados, pedían cambiarse al sistema de Autogestión porque los docentes de sus aldeas llegaban “un día no, y el otro tampoco, y el tercero menos”.

De hecho, una clasificación que se hizo de los maestros tradicionales fue la de “M-J”, o sea maestros que sólo llegaban de “martes a jueves”, porque el lunes los llamaban de la “supervisión”, qué casualidad, y el viernes “los volvían a llamar de la supervisión departamental”. Raro ¿verdad?

Ah, pero los que nos causaban hasta risa eran los “M-J-2”, o sea maestros que sólo llegaban “miércoles y jueves,” y los otros tres días “evadidos, desaparecidos, desconocidos”. Peluches. Y qué decir de las “cinco horas efectivas de clase que deben dar”, pues de esas ni vistas ni oídas.

Imagínese el impacto en la calidad, si de los 180 días de clases llegaban 90, y de esos 90 días en lugar de cinco horas, daban si mucho tres. Las 270 horas que dan son una estafa, ya que si se les pagara a los sindicalizados por “performance” ni la mitad de lo que se les paga merecerían.

Como mínimo los niños deberán tener “no menos” de 900 horas efectivas de clases. Pero de 900 a 270, haga usted la resta y verá por qué no podemos hablar de “calidad educativa” en Guatemala.

Comparémonos con otros países, donde los días de clases son de por lo menos 220 y cada día tiene ocho horas efectivas de clase, y todavía existe un tiempo para tutorías y hacer tareas en la escuela.

Ni pensemos en sistema de “Lenguaje Integrado”, o “Aprendizaje en Cooperación,” o en “Métodos Socráticos” para nuestros niños. No, qué va.

Aquí demos brincos de la alegría el día que sí den clases. Aquí conformémonos con el racismo y la exclusión del niño rural indígena. Aquí sigamos valorando la “dignidad” en 100 quetzales. Aquí, si mucho, alfabetización es el grado máximo al que se puede aspirar.

Ni todas las “taxonomías”, ni todas las “pedagogías”, ni todas las “teorías educativas”, ni todas las “didácticas,” harán que “nuestros niños progresen”. Y seguiremos reproduciendo el círculo eterno de baja calidad educativa, si es que puedo usar la palabra.

Ni Pepe y Polita, ni el odioso Nacho, ni el Repasando pueden reparar este desastre. Se trata de una actitud hacia la calidad educativa por parte de los maestros, y de esa estamos muy lejos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día martes 11 de octubre 2011.