¿Cómo decirle adiós?


PEDRO TRUJILLO

En apenas un trimestre, señor presidente, dejará el cargo que asumiera hace cuatro años. Por lo poco que se ha dejado ver desde que le pidieron el divorcio, parece, sin embargo, que hace tiempo que lo desatendió y abandonó. Intento comprender su situación personal y emocional, pero fue elegido —y se le paga— para que tenga la habilidad de separar lo público de lo privado. Se marchará dejando el país entrampado hasta límites preocupantes y discutiendo sobre más endeudamiento, exactamente lo contrario de lo que preconizan los países socialdemócratas


abanderados del estado de bienestar, como los europeos. Una infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria que se puede tachar —siendo benévolo— de desastrosa y una desconocida deuda flotante. La salud está quebrada, no precisamente la suya, sino el sistema público nacional. Compras sobrevaloradas, sin medicamentos, un sindicato en alerta para ver cuándo presionar y centros de Salud que apenas sirven para mantener enderezado en su fachada el letrero de IGSS, son algunos de sus importantes logros. De la educación da vergüenza hablar. Es “gratis”, pero no ofrece nada. Se dejó manipular, como otros, por un sector sindical —más delincuencial que efectivo— y el país paga el pacto interesado de los pocos bochincheros de siempre. No tuvo ideas ni hizo nada por mejorar lo que había, pero permitió destruir lo poco que funcionaba. Aunque pregone una disminución de la violencia, sus hombros deben soportar alrededor de 25 mil muertes violentas ocurridas durante su mandato —además de otro número similar por hambre y otras causas— por cierto, todos ellos huérfanos de su presencia, o de la de algún miembro de su gabinete, en los funerales. Suficiente, si se tiene vergüenza, para reflexionar el resto de la vida.

Su administración fue eficiente en indagar la situación migratoria de alguno y las cuentas bancarias del mismo, para ver si lo amedrentaba, aunque inútil en descubrir a quien llenó el palacio presidencial de micrófonos ocultos. Eficaz en crear, con dinero público, un sistema de difusión mediática para decir todo aquello que no era capaz de debatir en medios nacionales e incluyó en la planilla a personas que hicieron espurios y vergonzosos peritajes judiciales carentes de la más mínima seriedad, para luego remitirlos a ciertos organismos ávidos por sondear en la vida de determinados ciudadanos. Ágil administración para popularizar mensajes de ayuda a los pobres y programas de cohesión que desviaron fondos y vaciaron las arcas públicas sin incidir una milésima en mejorar la pobreza. Desacertado al simular un divorcio negado en televisión —también por su exesposa— mientras que sin ruborizarse lo solicitaban en el juzgado, poniendo en peligro la estabilidad del país al promover un fraude, amén de provocar carcajadas internacionales, al igual que con aquel espantoso ridículo cuando pretendió condecorar al dictador cubano y ni le recibió. ¡Eso le pasa por rodearse de asesores expresidiarios! ¿Para qué seguir haciendo balance de una gestión que usted conoce mejor que nadie? ¿Qué pensará la justicia de todo esto a partir del 2012?

Los mandatarios exitosos son invitados y son conferencistas en prestigiosos foros. Aquí uno se exilia, otro está pendiente de extradición y un tercero perfecciona su nepotismo-despótico. ¿A qué club se unirá? Intuyo que buscará refugio, junto con el vice —otro que tal— en ese rincón del vago que es el Parlacen, morada de muchos que los apoyarán y comprenderán, porque tampoco hacen nada, pero también balbucean de política. ¡Se lucieron, señores, que Dios se apiade de ustedes!

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 18 de octubre 2011.