Un pinchazo en el culo

Sufría un flemón isoportable desde hacía dos días. No tuve más remedio que acudir a urgencias después del trabajo. Los que han acudido alguna vez a urgencias ya saben que lo de "urgencias" es un eufemismo (a no ser que vaya uno desangrándose) Hay muchos seres dolientes a los que se les ha ocurrido ir a urgencias el mismo día que tú y a la misma hora.
Hora y media más tarde me llaman. Doy por bien empleado el tiempo de espera pues he dormido a ratos y he disfrutado con la bronca de la señora de la limpieza a un guarro que había escupido en el lavabo.
La doctora, una cincuentona bajita y simpática, diagnostica acertadamente: la maldita caries es la causante de mi desgracia. Me dice que siga tomando el antibiótico que estoy tomando desde el día anterior, el que me había aconsejado un farmacéutico, y me receta otro más una inyección.
Espero con el resto de sufrientes y familiares a que me llamen para la inyección. Me llaman. Esta vez se trata de una jovencita cachonda mental.
"¡Le voy a poner una inyección en el culo!", me dice con una sonrisa de oreja a oreja, como si disfrutase acojonando la muy cabrona.
Observo que la puerta ha quedado abierta. Al otro lado están todos los doloridos.
"Pues cerraré la puerta para que no se haga muy famoso mi culo", digo.
La muchachita ignora que este culo y lo de delante han estado en los escenarios junto a tías en cueros mucho más macizas que ella. ¡Oh, qué pueril me resulta mostrar un aspecto parcial de mi culo a una profesional de la jeringuilla y el algodón!
Se echa a reír y el ambiente se torna más distendido. "¡Pues le va a doler!" , exclama intentando ser un poco más convincente en su rol de amedrentadora. "¡Joder, lo que me duele es este flemón!", respondo.
Me pone la inyección y me dice algo que me suena a piropo:
- ¡Qué culo más duro tiene!
- ¿Sí?... ¿en serio?
Aquí no sé cómo reaccionar. Lo entiendo como un piropo porque me parece que tengo el culo algo blanduzco por mi calidad de preanciano.
Y lo más fantástico de todo es que no me duele la inyección. Se lo digo pero no me cree. "¡Palabra de honor, ni me he enterado!"
Y yo, que en mi tierna infancia, tenía aunténtico pavor a las inyecciones y me parecía un ser monstruoso la vieja practicante. ¡Y ahora me lo paso bomba!
Estoy por ir más veces a que me pongan inyecciones aunque no me duela nada. Se pasa bien, se duerme en la sala de espera y te hacen agasajos al culo.