¡Fuego!

Antes de que el hombre descubriese el fuego, no había incendios. Se ahorraban muchos sustos y cuantiosas pérdidas económicas. Tampoco morían abrasados y nadie podía prenderse fuego para protestar contra una injusticia. Pero contaban con la desventaja de no comer sardinas asadas ni celebrar fallas en Valencia. Claro que, como no se había inventado el cine, no echaban de menos "El Coloso en Llamas" ni la escena de la zarza ardiendo en Los Diez Mandamientos, y es que, además, no les habían dado mandamientos.
Era una sociedad muy desfavorecida, contando que fuese una sociedad, claro, porque más bien eran grupos de tíos y tías pasando frío y pasándolas putas. Bueno, no las pasaban putas del todo porque no había fumadores jodiendo a los no fumadores. Aunque carecían de muchas cosas que hoy en día nos resultan imprescindibles: escuchar "La niña de fuego", decirle a una mujer que nos tiene locos "por el fuego de sus ojos", las hogueras de San Juan...
Los norteamericanos no serían los mismos sin las armas de fuego y los chinos no venderían mecheros a 60 céntimos; la oposición no diría que Zapatero está quemado, y Rouco Varela no soñaría con quemar abortistas y homosexuales.
En resumidas cuentas, el fuego se ha convertido en algo sumamente imprescindible como la falta de sentido común para declarar guerras y los viajes del Papa para nada. Pero yo encuentro un fallo en todo esto: no se ha erigido ningún monumento al descubridor del fuego. Somos muy ingratos. ¿Será porque ya han pasado 500.000 años y nadie se acuerda de su cara ni de sus apellidos?...