¡Hola, amiguitos, soy Benedictus XVI, vuestro héroe absoluto, el representante de Dios en la Tierra, casi nada!... Ya estoy casi con un pie en España, la tierra de María Santísima y Monseñor Rouco Varela, a quienes tanto quereis como buenos hijos que sois de Dios y de su Santísima Iglesia.
¡Os espero a todos, hijos míos, carísimos hermanos, dóciles ovejitas del divino rebaño!... ¡Llegad hasta mi agitando banderitas vaticanas (los pobres pueden comprarlas en los chinos, que están más baratas) y gritando con fervor incontenible: "Totus Tuus!... ¡Totus Tuus!... ¡Totus Tuus!..."
Y me haría especial ilusión que se me acercaran dos ovejitas descarriadas: Anita y Calimero. ¡Venid, venid, hijos mios!... Yo, vuestro Padre Espiritual Eterno, os perdono de corazón. ¡Oh, os quiero tanto, Anita y Calimero!... ¡Oh, me haríais tan feliz acompañándome en mis decididos pasos por España, esta bendita tierra de santos y vírgenes, de ayudas económicas a la Iglesia, de colegios religiosos por doquier...!
¡Que la Paz del Señor sea con vosotros, hijitos mios del alma, Anita y Calimero!