La gran magia: Realidad y fantasía

LOS INTERPRETES LAPLACE, BALLESTEROS, GARZÓN Y KARINA K. LA OBRA FORMA PARTE DEL TEATRO POPULAR ITALIANO. SU AUTOR, DE FILIPPO, ESTÁ CONSIDERADO UNO DE LOS GRANDES.

Con Víctor Laplace y Gustavo Garzón: La obra del italiano Eduardo de Filippo cuenta sobre un mago que llega a un pueblo y cuestiona algunas ideas, con verdad, mentira e ilusionismo. Karina K y Sandra Ballesteros están en el elenco.

Por: Eduardo Slusarczuk

La obra empieza en una playa cualquiera. Que puede ser de la Argentina, Checoeslovaquia o, como acá, de Nápoles. Allí hay un montón de gente que transcurre su vida sin saber muy bien por qué. Hacen, aparentemente, nada. Y aparece un tipo, un ilusionista, un mago, que viene a cuestionar algunas ideas, del tiempo, de la realidad, de los valores."

En un camarín, Víctor Laplace sintetiza a trazo grueso el eje en torno al que gira La gran magia, que el napolitano Eduardo de Filippo, autor de Filomena Marturano, escribió en 1948, y que tuvo su estreno porteño el miércoles.

Laplace avanza un poco más, y cuenta que en medio de esa chatura, Otto Marvuglia, el mago que personifica en escena se cruza con Colagero Di Spetta, el personaje al que le da vida Gustavo Garzón. "El único que, a pesar de aceptar ser parte del juego de ilusión que propone Otto, y que habiendo llevado una vida chata hasta entonces, se plantea la posibilidad de pensar que puede haber algo más y parece negarse a ser parte de esa comedietta", dice el actor.

Para ambos protagonistas, De Filippo estructura su texto tomando herramientas de diferentes géneros. Un recurso que le suma atractivos a la propuesta original del autor. La comedia llevada hasta el grotesco, el drama, "un toquecito de fantasía", la tragedia. Todo forma parte de la propuesta.

"Es como esas ensaladas en las que mezclás todo, y quedan ricas", sugiere Garzón. "Que, además, no tiene una lógica. Porque los personajes entran y salen intempestivamente, como si el autor los pusiera para completar algunas ideas que le quedaron truncas de la escena anterior", agrega Laplace, quien admite que cada consideración está impregnada por las sensaciones a flor de piel que implica estar a pocas horas de un estreno.

Sin embargo, eso no perturba el desarrollo de la trama.

Garzón: Es obvio que a De Filippo no le interesa justificar nada. No quiere disimular la mentira del teatro, algo que quienes pretenden hacerlo suelen hacer agua. Este autor, en lugar de disimularla, te la pone ahí, bien a la vista. Usa todos los recursos habidos y por haber del teatro.

Laplace: Es interesante, porque es como que él pone todos esos personajes ahí y los hace vivir algunas cosas, a partir de las cuales dice: 'Acá hay una idea, un cuestionamiento de la realidad, de la existencia'. Y me parece que lo aborda con mucha profundidad.

Garzón: Juega todo el tiempo con la realidad y la mentira, a punto de generar cierta confusión.

Laplace: Esa idea de cuestionar todo es lo que me gusta del autor, quien, a pesar de que la obra y sus personajes adquieren un aspecto sombrío, trabaja desde una raíz popular. Es un teatro popular, escrito por un autor tardíamente reivindicado. Pero calificado por el director Giorgio Stehler como el más grande autor italiano, detrás de Luigi Pirandello.

¿Hasta qué punto esa mezcla que propone el autor dificulta la composición de sus personajes?

Laplace: Más que dificultar, obliga a un largo proceso de ensayos, que lo tuvimos.Yo tuve algunas dudas éticas con mi personaje, aunque por suerte tengo un buen analista, que me dijo que es una obra extraordinaria. A partir de ahí, pude verla con otros ojos. Y lo que me parece es que hay que atravesar diferentes capas del texto para llegar a ciertas conclusiones en el entendimiento de los personajes. Fue un laburo que a uno lo conecta con una forma de pensarse la vida muy interesante.

Garzón: El director tenía muy claro hacia adonde llevarnos. Es un tipo creativo y muy práctico, con un enorme conocimiento de la obra. Además, la trama es atrapante. Cuando la empecé a leer, me daban ganas de ver cómo seguía, algo que no siempre sucede, porque a veces los autores se van por las ramas, y lo poético queda por encima de la trama, y en este caso, en cambio, está contenido en ella.

Laplace: Hay que tener en cuenta que son obras que por el despliegue de producción, por la cantidad de actores y el tiempo de preparación que requieren sólo se pueden hacer en teatros oficiales. de otra manera sería muy difícil.

¿Que sensación les produce la reciente renuncia de Kive Staiff?

Garzón: Me da pena, porque sucede cuando por primera vez me toca trabajar con él.

Laplace: Kive es un hombre que se puso sobre los hombros un teatro como éste y que cuidaba una idea de la cultura que no es moneda corriente. Me parece que ha cumplido un ciclo enorme, que podría haber seguido. Pero también sé que ha habido muchas irregularidades, muchos problemas. En nuestro caso, hubo algunos con el vestuario, con la escenografía, que hicieron que estrenáramos con algunas demoras.

Garzón: Da un poco de pena, porque han puesto toda la plata en el Colón, que es un reducto de élite, mientras da pena ver que el edificio del San Martín, que es un teatro más popular, está tan abandonado. Como si lo estuvieran dejando caer.

Laplace: Siempre ha sido muy significativo que te llamaran a trabajar a algún teatro del Complejo. Por aquí han pasado todas las glorias del teatro. Ahora hay que ver como sigue, y darle la mejor despedida a Kive, haciendo bien esta obra.

Fuente: Clarín