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Teatro Colón: secretos de una restauración histórica

ESTRENO. La sala principal fue totalmente puesta a nuevo.

UN ICONO CULTURAL

Trabajaron 1.500 personas sobre 60.000 m2. Hubo refuerzos con fibra de avión, rasparon con bisturí para recuperar la pintura y reconstruyeron luminarias. Tras tres años cerrado, reabre en una semana.

Por: Nora Sánchez

Fue una obra monumental. A lo largo de siete años, 1.500 personas trabajaron para recuperar los 60.000 m2 del teatro Colón, dotando a un edificio centenario con tecnología del siglo XXI. El Gobierno porteño invirtió $ 340 millones en las obras. El gran desafío fue preservar la acústica de un teatro considerado como la mejor sala de ópera del mundo. El resultado se pudo apreciar en una función privada, el jueves 6, y será presentado al público en una semana, en la reapertura del teatro.

El siglo XXI empezó mal para el Colón. "Sus instalaciones tenían un avanzado grado de obsolescencia y un altísimo riesgo de incendio, sobre todo por el estado de las conexiones eléctricas y la acumulación de basura y materiales que son carga de fuego. A fines de los 80 le habían sacado las instalaciones contra incendio al escenario y no las habían repuesto", recuerda Sonia Terreno, la arquitecta que coordinó el Master Plan que, en 2003, comenzó a implementarse para poner en valor el teatro bajo el ala de la Secretaría de Cultura.

La obra se hizo de afuera hacia adentro y de arriba hacia abajo. Empezó con la recuperación de parte de los vitrales y los techos de zinc. El 1° de noviembre de 2006, después de un concierto de Mercedes Sosa, el teatro cerró para que los trabajos siguieran en las áreas más sensibles. Y su sala fue invadida por un silencio "escalofriante", como lo define Terreno.

A medida que avanzaban los trabajos, aparecieron las sorpresas. Como cuando elevaron el piso de la platea, el 23 de mayo de 2007. Los trabajadores pudieron acceder a un espacio que había estado oculto durante 70 años. Había una capa de diez centímetros de pelusa, polvo, cables abandonados y objetos perdidos, como viejas monedas y programas de mano.

Entre fines de 2007 y septiembre de 2008, cambio de gestión mediante, los trabajos se desaceleraron. Hasta que, finalmente, pasaron a la órbita del Ministerio de Desarrollo Urbano de la Ciudad. En ese momento, el Ejecutivo contrató a la empresa SYASA para gerenciar la obra. Su presidente, Rodolfo Seminario, confiesa: "El gran problema fue coordinar los diferentes contratos. El mes pasado había más de 1.300 personas trabajando al mismo tiempo en albañilería e instalaciones".

Una de las tareas fundamentales fue reforzar la estructura del edificio, debilitada por la humedad. "En algunos lugares, como en la planta baja que da hacia la calle Tucumán, rehicimos la losa. En otros sectores, la reforzamos con fibra de carbono, que es un material que se usa para fabricar aviones y que es mucho más resistente que el acero", cuenta Seminario.

Gran parte del trabajo, fue artesanal. Para recuperar el color original de la sala y sus ornamentos, hubo que quitar con bisturí las distintas capas de pintura agregadas a lo largo de un siglo. Y el orfebre Juan Carlos Pallarols restauró 200 artefactos de iluminación, incluyendo la araña de 1.500 kilos y 753 lámparas. Rehizo su sistema de descenso y reconstruyó las tulipas y partes de bronce faltantes, sometiéndolas a un proceso de oxidación con fuego para que se parecieran a las antiguas.

La empresa de mobiliario Fontenla recuperó 2.582 piezas, entre sillas de palco y butacas. Para no afectar la acústica, volvieron a rellenar los asientos con el crin animal y algodón que tenían. Los tapizados se reemplazaron por terciopelo de lana ignífugo.

"El Colón es un ícono cultural de todo el país -observa el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta-. Y esta es la obra de restauración más importante que se haya realizado en la Argentina".

El símbolo del teatro es su telón. En octubre estará listo el nuevo, hecho con terciopelo ignífugo siguiendo el diseño de los artistas Guillermo Kuitca y Julieta Ascar, que superpone una lira con la forma de la planta del teatro. También se restauró el telón de 1936, formado por dos hojas de terciopelo de más de 700 kilos cada una. Sólo se usará en ocasiones especiales. Como la del lunes 24, cuando se volverá a abrir para mostrarle al mundo que el Colón sigue siendo el teatro perfecto para la ópera.

Fuente: Revista Ñ

Buenos Aires: La ciudad que ama su actividad teatral

Pepe Podestá, en una fotografía de 1886. Caracterizado como Pepino el 88.

Por Ernesto Schoo

"En Buenos Aires, se estima que ninguna de las grandes ciudades europeas o americanas presenta un conjunto de expresiones teatrales tan numeroso y variado como la urbe porteña." El párrafo pertenece al ensayo con que Beatriz Seibel cierra la tercera parte del primer volumen de su Historia del teatro argentino. Podría suponerse que está hablando de la actualidad, cuando en verdad se refiere a un siglo atrás. Para ella, como para casi todos los investigadores e historiadores de nuestro teatro, el decenio 1900-1910 marca un apogeo. Las cifras son elocuentes: la estadística municipal consigna que en 1910 en esta capital asistieron al teatro 6,6 millones de espectadores, contra 4,2 millones en 1907. Teniendo en cuenta que Buenos Aires tenía por entonces un millón y medio de habitantes, se deduce cuántas veces al año ocupaba un espectador su butaca. A la vez, la estadística indica también cuál es el enemigo más temible: si en 1907 fueron al cine unas 600.000 personas, en 1910 ya eran tres millones y medio.

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Si se toma como punto de partida de un teatro nacional la famosa innovación, hecha por los Podestá, de dar voz en 1884 a la pantomima original del Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, no cabe duda de que en el lapso de veintiséis años se había adquirido una dramaturgia propia, se comenzaban a trazar los primeros esbozos de una crítica y de una historiografía documentada, y trabajaban actores de notable calidad. Seibel anota que en el primer decenio del siglo XX las compañías nacionales han aumentado de apenas tres en 1900, a ocho, diez años después. "En general, son superadas en cantidad por los elencos extranjeros; su incidencia en la oferta de espectáculos es relativa, considerando además la importante presencia de compañías europeas de ópera y opereta. Pero marca el comienzo de un crecimiento que se expande en los años siguientes."

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Entre los investigadores, Luis Ordaz llamó "época de oro del teatro nacional" al decenio, pero advirtiendo que ya se notaban síntomas de declinación. Raúl Castagnino observa que ese auge no puede considerarse nacional, sino tan sólo porteño. Osvaldo Pelletieri propone un "período de constitución", de 1700 a 1884, y un "subsistema de la emancipación cultural", de 1884 a 1930. Ricardo Rojas lo denomina "tiempo de emancipación escénica". Lo concreto es que, para dar un ejemplo al azar, en ese período Pepe Podestá estrena 249 piezas de autor nacional en el Apolo. Y el 11 de septiembre de 1910 se constituye la primera Sociedad Argentina de Autores Dramáticos y Líricos, presidida por Enrique García Velloso, antecedente de la actual Argentores. Dos tristezas, en 1910: el incendio intencional del circo de Frank Brown en la calle Florida y la muerte, en Milán, el 7 de noviembre, de Florencio Sánchez.

Fuente: La Nación