Año nuevo, ¿vida nueva?


PEDRO TRUJILLO

Terminó un año lleno de anécdotas y particularidades, como otros. A ese 2011, sin embargo, hay que agregarle ser el último de la gestión de una saga electa de forajidos y depredadores con sospechosa cara de inocentes. El año nuevo abre una puerta a la esperanza perdida desde hace tiempo. Se acaba el tiempo del tragicómico binomio gobernante y se abrirá un espacio para que otros puedan hacer lo que por tiempo se ha venido esperando. Habrá una oportunidad -posiblemente la última- para componer un país carcomido hasta la médula por la corrupción, el nepotismo, el compadrazgo y el ejercicio institucionalizado y descarado del robo desde la función pública. Debe comenzar una nueva era y enderezar ese rumbo que, cual beodo —qué coincidencia—, no parece encontrar el camino recto.

Es hora de ignorar a personajes oprobiosos desaparecidos, como el trepa e inmaduro de Baldizón, cuyas prefabricadas e infantiles promesas no calaron en una población cansada de mentiras. También de marcarle un outside a la mangoneadora “ex”, a quien la justicia puso en su lugar, no sin que antes despachara caprichosamente algunos cientos de millones en beneficio propio o clientelar.

Momento de señalar a los diputados corruptos que despilfarran con profesional descaro, hacen negocios sucios que nadie denuncia o con silencio cómplice permiten que otros compañeros (as) “honorables” los hagan, sin tener los pantalones —ni las faldas— de denunciarlos por muy buenos y fiscalizadores que se venden de cara a la galería. Hay que devolver las riendas del país donde siempre deberían haber estado: en manos de ciudadanos responsables, y quitárselas a ese grupito de envalentonados, silenciosos y mafiosos que pretenden seguir jugando su partida de ajedrez, sin importarles “los peones” que sacrifican ni los crímenes que consienten con su impasibilidad.

Crearon de prisa y con sorpresa un sindicato en Gobernación, aunque tuvieron cuatro años para hacerlo; duplicaron el sueldo a la contralora; redujeron el horario de los empleados del Ministerio de Economía, dejando la jornada laboral en 6.45 horas, más 1.15 horas para comidas; generaron en Salud el mayor caos de los últimos años; no se sabe a cuánto asciende la deuda flotante; ordenaron cortar el suministro eléctrico en Xela y aledaños, aunque no se hizo efectivo; duplicaron la deuda pública; redireccionaron —con el habitual descaro— dinero sobrante de otras dependencias para difundir más propaganda mentirosa que amortigüe la fenomenal pitada que se escuchará el día 14 cuando dejen el poder, y casi todo eso en el último mes del año. No solo han sido nefastos, estériles e inútiles manifiestos, sino que ahora muestran el lado habitual de la agresividad y de la venganza y no cejan en empedrar el camino para frenar a los que vienen poniendo obstáculos en todas las dependencias que pueden.

La vida nueva que deseamos, nadie —que no seamos nosotros mismos— nos la dará. Inútil esperar a un salvador, un caudillo o un príncipe. No aparecerá más que el sapo de costumbre que, aunque lo besemos, seguirá siendo batracio con diferente grado de repugnancia y con capacidad de saltarse los obstáculos legales. No perdamos otra oportunidad, sería catastrófico y diría muy poco de nosotros. Tomemos las riendas del destino y despidamos a los delincuentes como se merecen, con silbidos, abucheos, críticas y, sobre todo, con el Código Penal, que parece que comienza a tomar protagonismo en el país y a poner entre rejas a criminales. ¡Feliz 2012!.., para algunos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes03 de enero 2011.