¿Quiénes son caritativos?


Carroll Ríos de Rodríguez

La mayoría de los estadounidenses son caritativos: 225 millones de personas hacen donaciones anualmente.

En esta temporada, algunas personas generosas llevan regalos a huérfanos, visitan ancianos, elaboran canastas para familias necesitadas y más. Les choca que conocidos suyos sean menos dadivosos. De dichas vivencias generamos estereotipos mentales, como por ejemplo, que los socialistas son más solidarios con los necesitados que los capitalistas (egoístas). ¿Es cierto?

Para saberlo, tendría que realizarse un estudio de nuestra cultura de caridad, parecido al de Arthur C. Brooks, Who Really Cares? (2006). El Dr. Brooks, profesor de políticas públicas y negocios en la Universidad de Syracuse, se confiesa de izquierda. Habita un ambiente con marcada preferencia por políticas públicas redistributivas y discursos del Partido Demócrata. Él pensaba, antes de estudiar exhaustivamente los patrones de donación de sus conciudadanos, que los empresarios, capitalistas y allegados al Partido Republicano eran personas avaras. Su libro es fascinante precisamente por la honestidad intelectual del autor, quien lucha con la evidencia empírica.

La mayoría de los estadounidenses son caritativos: 225 millones de personas hacen donaciones anualmente; 75 millones nunca lo hacen. Los que donan dinero también se dan —tiempo, ayudas informales— sin discriminar. Los donantes son de toda etnia y ricos y pobres: la línea divisoria es la tendencia ideológica. Los hogares cuyo jefe simpatiza con ideas “capitalistas” dan 30% más que los hogares encabezados por “socialistas”. ¿Qué motiva a los generosos? Según Brooks, son cuatro las fuerzas que impulsan la caridad: “la religión, la actitud escéptica respecto del actuar gubernamental, familias fuertes y el emprendimiento personal”. Aclara que estas cuatro fuerzas no son exclusivas de la cultura estadounidense y surgen en otros contextos.

La relación entre religiosidad y caridad es incuestionable, según Brooks: arriba del 90% de los protestantes, católicos y judíos practicantes hacen donaciones regulares. Las personas de fe ejercitan todas las formas de la caridad y dan más a causas no religiosas que las personas “seculares”.

Quienes creen que el gobierno es el responsable de reducir la desigualdad y redistribuir riqueza son menos caritativos. “Para muchos, el deseo de donar el dinero ajeno desplaza el acto de dar del propio”, escribe Brooks. Las personas dependientes de programas de bienestar, por su parte, son menos compasivas que personas trabajadoras de un perfil socio-económico similar. Son más caritativas las personas laboriosas y emprendedoras, independientemente del ingreso promedio familiar.

La caridad es una virtud “familiar”, según Brooks, que conecta con la vida en familia en varios niveles. Los padres enseñan la caridad a sus hijos con su actitud hacia la fertilidad, sus prácticas de voluntariado y sus enseñanzas.

¿La lección? Cosecharíamos los beneficios sociales de la caridad fortaleciendo a las familias, formando jóvenes emprendedores y autosuficientes, reduciendo la dependencia de subsidios estatales y respetando la libertad religiosa.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 28 de diciembre 2011.