¿Pánico poblacional?


JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

La población mundial acaba de alcanzar la cifra simbólica de siete millardos de personas. Nuevas versiones apocalípticas, que el economista Malthus desarrollara en 1798, se hacen presentes. Se teme que la población consumirá todos los recursos más rápido de lo que estos se producen y que altas tasas de natalidad son fuente de pobreza. Una argumentación paradójicamente estéril. El hecho de que la población esté creciendo rápidamente tiene que ver con todo lo bueno que ha pasado en el mundo gracias a la innovación empresarial. Hoy, la gente vive más y mejor.


Los avances en la medicina y nutrición permiten que los seres humanos tengan una mayor esperanza de vida al nacer. Los avances tecnológicos que aumentan la productividad permiten que la gente viva mejor. La ocasión debió haber sido para celebrar la vida, no para sembrar el pánico poblacional.

Aún así, las regiones más pobres del mundo tienden a ser también las de mayor crecimiento poblacional. Un análisis superficial sugiere una inmediata condena a la irresponsabilidad de “tener tanto hijo siendo tan pobre”. Sin embargo, la cosa es más complicada. Los pobres tienden a tener más hijos porque se ven como una fuente de ayuda, de mano de obra disponible para los trabajos diarios. Son, a la vez, un cuasi fondo de pensiones que da esperanza a los padres de que sus hijos los cuidarán en el futuro en medio de su pobreza.

Así es como llegamos a que países “ricos” quieran imponer sus políticas poblacionales sobre países “pobres”. Eso normalmente quiere decir programas gubernamentales para “educar” a las mujeres o capacitarlas en el uso de anticonceptivos o cualquier otra política pública que tienda a disminuir la tasa de natalidad. Por otra parte, en el extremo del gobierno Chino, control de la natalidad significó esterilización forzada o cárcel para el que tuviera más de un hijo. Una política, por demás efectiva, aunque moralmente inaceptable.

Suena políticamente incorrecto, pero el mejor anticonceptivo no es la coacción, sino la educación y el desarrollo económico; es decir, aquello que eleva el numerador de la variable de ingreso por habitante. No el que disminuye su denominador. Mujeres y familias más educadas y prósperas tienden a tener menos hijos. Sin embargo, llevado a un extremo, también puede presentar otros problemas. Vean a los países más desarrollados de Europa y encontrarán tasas de crecimiento poblacional negativas.

El gran economista Julian Simon se refirió a los seres humanos como el “gran recurso”. La innovación, empresarialidad y creatividad de las personas siempre han compensado las preocupaciones del crecimiento poblacional. Lo importante es que las instituciones públicas nacionales e internacionales compartan

esa fe y vean al ser humano como la solución al problema y no como la fuente del mismo. Peor aún que no pretendan ser ellos quienes traerán la “solución” al “problema”. Celebremos la humanidad y trabajemos en ser más productivos, innovadores y empresariales y viviremos mejor; independientemente de nuestro número.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 08 de noviembre 2011.