El militarismo del antimilitarismo


Estuardo Zapeta

Sin disminuir la importancia de esos temas, expuse —y sigo sosteniendo— que el reto principal de Pérez será enfrentar el “militarismo del antimilitarismo”.

Preguntarnos cuál sería el reto más grande que el presidente electo Otto Pérez Molina afrontará durante su administración, y no fue sorprendente para mí que la mayoría de respuestas oscilaban entre “seguridad, educación, y gobernabilidad.”

Sin disminuir la importancia de esos temas, expuse —y sigo sosteniendo— que el reto principal de Pérez será enfrentar el “militarismo del antimilitarismo”. Léase casos similares en “el racismo del antiracismo”, o “el terrorismo del antiterrorismo”.
En mi opinión el hecho de un “militar” en la Presidencia, después de haber entrado a la “Era Democrática,” cualquier cosa que eso sea, marca el cierre de un círculo extraño en el cual la misma susodicha “era” fue instituida precisamente para liberarnos de los presuntos “yugos militares”.

Regresar 25 años después a un gobierno militar, me parece hasta risible dadas las circunstancias que nos llevaron a evitarlos y hasta ponerles restricciones constitucionales. Es posible que con la llegada de Pérez, el autodenominado “General de la Paz”, se reabran también heridas viejas, principalmente de aquellos que se vieron afectados por el Ejército de Guatemala, y sea Pérez quien tenga que enfrentar esa inminente fuerza “antimilitar”.
Los “antimilitaristas”, de quienes ya hemos visto sus ataques al enjuiciar a militares por presuntas violaciones a los Derechos Humanos, son en realidad ahora los verdaderos “militaristas.”
En su lucha éstos se convirtieron en lo que más despreciaban y se comportan peor de lo que condenan. Los estudios acerca de “el racismo del antiracismo”, o de “el terrorismo del antiterrorismo” demuestran que quienes toman la vía de “lo anti” terminan siendo tan “racistas, terroristas,” o para el caso que me ocupa “militaristas”, sin ser militares.
Ese “antimilitarismo” es, según yo, el reto de Pérez Molina. Más que la seguridad, más que la pobreza, más que “la bolsa solidaria”, marcar la diferencia de “militares de hace 25 años”, y los nuevos militares, es ya un objetivo estratégico.
Las ONG, las organizaciones de la “sociedad civil”, la Usac, el liderazgo de la Iglesia Católica Romana, los ecologistas, los indigenistas, los campesinistas, los agraristas, los ex guerrilleros, los antiminería, los “socialdemócratas”, los desarrollistas, y todas esas nuevas expresiones “post-era-democrática” son los “militantes antimilitares” que se reagruparán para atacar la administración de Pérez Molina. Toda esa colección estará “financiada”, como siempre lo ha estado, por la sacrosanta “comunidad internacional”.
Como militar, supongo, Pérez Molina tendrá ya los aliados pertinentes para la guerra que le declarará el “antimilitarismo.” Y sabrá también cuáles batallas luchar y cuáles no.
De hecho, Pérez ha caído como del cielo a toda la corriente izquierdista anti-militarista porque les da razón de existir, bases para su menguante lucha, y proyectos “nuevos” con los cuales podrán ir a buscar “financiamiento” para revivir su lucha “antimilitar”.
La paradoja de esto es que esos “antimilitares” terminan siendo y haciendo cosas peores que las que en su lucha condenan.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 11 de noviembre 2011.