¿Miedo al pasado o al futuro?


Pedro Trujillo

PEDRO TRUJILLO








Sin embargo, desde la firma de la paz se ha duplicado el número de víctimas del conflicto interno —datos no contradichos en el libro de historia de Carlos Sabino—, pero nunca se identifica al culpable de esta debacle interesada de la seguridad que muchos manejan a capricho y antojo mientras reciben millonarias donaciones de “países amigos” para sobrevivir en ese infectado círculo de los diagnósticos y de la generación de inútiles y caras propuestas más que de la implementación, de una vez por todas, de un modelo eficaz de policía.

Sepan —resentidos del carajo— que a miles les importa una bledo vuestro particular manoseo de aquel prefabricado pasado, aunque se interesan y aprenden de él. Primero, porque es precisamente eso, “pasado”, que ya se fue y no volverá, como muchos cantautores recuerdan. Segundo, para evitar seguir con el habitual engaño. Tercero, porque el futuro de este país pasa por los jóvenes que lo habitan y que piensan en lo que vendrá, en el porvenir. Eso es lo que verdaderamente interesa: ¿qué nos espera? Debe haber miedo, mucho miedo, a tener un futuro vacío, manipulado, vendido al crimen organizado, cooptado por gobernantes caciquiles y aprendices de dictadores al estilo autoritario de la izquierda tradicional que gobierna en Cuba o en Nicaragua. Revolucionarios de pacotilla que nunca tuvieron los pantalones para combatir en el frente y se refugiaron con peroratas ideológicas en la pobreza o el indigenismo, como elementos que sustentan su mezquina forma de vivir y que, acabado el comunismo, retoman ingeniosamente el cuento con dinero del crimen organizado.

Hay que dejarse de pamplinas, apostar por el devenir y no acobardarse con el miedo del regreso al pasado. Puras pajas para ofrecer “alternativas” populistas que esconden grupos que aspiran —a cualquier precio— a quedarse con el país para posteriormente acomodar las débiles estructuras institucionales a sus mezquinos intereses, tal como ocurre en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, donde la política es mejor negocio que el narcotráfico. Ya hay suficientes lecciones aprendidas para volver a caer en ese hediondo pozo sin fondo del populismo funesto que termina por convertirse en dictadura de criminales, sean violadores como Ortega, sinvergüenzas como Zelaya o golpistas como Chávez. Evidenciemos ese discurso manipulado porque en política, como en el resto de acciones humanas, los valores y los principios no son temas negociables.

Vote por quien le venga en gana, pero no se deje arrastrar por mensajes hechos a medidas de ignorantes. La demagogia es una falta de respeto a los ciudadanos. El miedo no debe ser al pasado, sino al futuro que está por construir. Ningún difunto se levantará para arrastrarlo a las profundidades, sin embargo, muchos cadáveres pueden aparecer si usted no es responsable, firme y cuidadoso con su voto. No tenga miedo y herede a su hijos mucho más que un hálito de valentía y decisión. Seamos ciudadanos valientes por una vez.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 27 de septiembre, 2011