José María Muscari: "Siempre tuve mucha labia"

Actor, dramaturgo y director, se reconoce como "un tipo mandado". Y, por otra parte, "mandón". Retrato de un hombre que se anima a romper el molde.

Por: Silvina Lamazares

Aunque el imaginario popular lo dibuje bien distinto -y, básicamente, dibuje su intimidad muy distinta-, resultó un tipo obediente. Al menos, en esa escena de la realidad que lo zambulló de un reto en su mejor ficción y que lo fue transformando, de a poco, de José María a Muscari. De alumno a artista. "Mi primera obra, Criaturas de las sombras, la escribí por despecho, porque cuando estudiaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático, la profesora de actuación se enojó y me dijo 'Vos tenés que irte a dirigir, que estás siempre en escena mandando a tus compañeros, diciéndoles lo que tienen que hacer'. Me quedé re caliente y dije 'Bueno, me pongo a dirigir'. Organicé una obra con unas minas de ahí y la escribí mezclando unos textos. Y enseguida la estrené (ver La anécdota). Yo funciono muy bien con los desafíos. Con el tiempo amé a esa profesora, una genia", regala el ex alumno de Marta Serrano, la mujer que, evidentemente, sabía enseñar. O dar lecciones de ésas que no se olvidan.

Nacido en Villa Devoto hace 33 años, criado en Villa Insuperable y crecido entre Flores y Mataderos, ahora vive en San Telmo, en un departamento que el prejuicio ajeno jamás le adjudicaría. Ordenado, sobrio, sin más colores que el blanco, rojo y negro de los sillones y los adornos. Cocina impecable, iluminación suave, aroma floral envolvente. "Hay gente que piensa que soy un reventado, enquilombado... Y pasa algo extraño: sé que hay un imaginario sobre mí que no coincide conmigo. El otro lee de mí lo que mis obras proponen, pero eso no tiene nada que ver con mi vida privada. Creo que exorcizo todo ahí, en mis espectáculos. Entonces ando por la vida más liviano, más tranquilo, menos polémico y transgresor que lo que muchos creen", entiende el dueño de casa, "un pibe muy de barrio... no tengo nada que ver con el glamour".

Hijo de un verdulero y carnicero y de una señora que maneja ese negocio familiar, ahora devenido almacén, Muscari echa la vista atrás y dice reconocerse en el que fue, "porque siempre fui como un gran creador de mi propia realidad. Soy hijo único y viste que los hijos únicos nos inventamos mucho el propio juego... Por eso, a pesar de haber sido líder, en la escuela, en la calle, donde sea, cuando volvía a casa estaba solo. Y, mirá, también en eso me reconozco entonces: sigo siendo líder, en las obras, por ejemplo, pero llegó acá y no tengo una familia construida con el modelo tradicional. De hecho, vivo solo".

Gran anfitrión, sirve sabroso café con galletitas -él prefiere un cóctel de proteínas para fortalecer su cuerpo-, mientras recuerda que "otra característica que traigo de la niñez es esa cosa del mandar, que me puede. Soy mandón, fundamentalmente lo fui con mis papás desde la hora cero (su madre es su "fan número uno, una diosa" y su papá murió el año pasado, justo el día que a Muscari hijo le entregaron las llaves del departamento). Nunca me pusieron demasiados límites, pero creo que tampoco los necesité. Nunca me 'deschaveté', soy bastante equilibrado y eso viene de cuna". Las autodefiniciones también lo encuentran como "un tipo mandado", alguien "muy poco cocorito, un buen ubicador de personas. O sea, si tengo que ponerte los puntos, lo hago sin problema". Palabra del hombre que comparte, con sus seguidores, sus sensaciones en mundomuscari.blogspot.com.

"Yo siempre tuve mucha labia. Sé decir y pelear una idea hasta las últimas consecuencias. No sabés cómo he discutido en pruebas de matemática, donde no había nada para discutir, porque era una cuenta que sencillamente no sabía hacer. Soy muy empedernido", sentencia, aportando más colores al autorretrato que pinta sin concesiones.

Cuando bucea en épocas del secundario, admite que "nunca estudié demasiado y jamás tuve malas notas... Aunque confieso que me llevé previa gimnasia", ironía del muchacho que se hizo físicoculturista: "Me gustaría dedicarle a eso más tiempo del que tengo. Pero no me obsesiona el tema del cuerpo, sino que quiero ahondar en esa combinación de mente, cuerpo y alma. Y eso lo mamé de Cristina Musumeci", la deportista en la que se inspiró para escribir y dirigir Fetiche.

Ahora tiene tres obras en cartel (El anatomista en el Regina, Fuego entre mujeres en el Tabarís y Auténtico en el Teatro de la Comedia, en la que también actúa), dos participaciones en películas recién estrenadas (Eva & Lola y Zenitram) y una en un programa de TV (Guita fácil), que busca pantalla. El mes que viene subirá a escena con Pirañas y en julio montará Feizbuk.

"Siempre supe, desde muy chico, que iba a ser actor", por eso, apenas se recibió en el Liceo 8 de Mataderos, se anotó en la Escuela Municipal de Arte Dramático, donde el actor lo disoció -o lo hizo crecer- en el dramaturgo y director que también es hoy, lejos del imaginario y cerca de sus dones.

La anécdota

"Con mi primera obra recién escrita, un día vi en Plaza Flores una oficinita de los viejos centros municipales y leí que decía 'Ayuda a la cultura, no sé qué'. Entré y hablé con una mina. Le dije 'Hola, qué tal, mi nombre es José María Muscari, soy director, escribí una obra de teatro, la tengo montada y ustedes me tienen que ayudar, porque a la edad que tengo, 18, no voy a conseguir sala'. Le debo haber hablado con tal seguridad, que la mina hizo un llamado y después me preguntó: '¿Tenés tiempo ahora? Bueno, vamos'. Paró un taxi y me llevó al Centro Cultural San Martín. Me hizo hablar con un tipo al que le contó todo y le dijo que sería bueno ayudarme y el tipo me programó cuatro funciones... Imaginate, las llené todas, volanteé como loco".

Fuente: Clarín