Esa chica: Fabiana Cantilo

Fabiana Cantilo

El 8 de junio en el Gran Rex presenta nuevo disco, En la vereda del sol. Allí siempre debió haber estado pese a la falta del reconocimiento como una de las grandes del rock autóctono. Una nueva oportunidad para apreciar todo su talento.

Por Jorge Belaunzarán

Hija de rigor (2007) lo primero que provocó fue comentarios por el título. Como si la amnesia sobre el origen fuera un mal contagioso, las feministas cuestionaron el uso de la expresión en un país en el que a diario mueren mujeres por maltratos masculinos; variopintos machistas sonrieron con mueca que tira hacia atrás un costado de la boca en clara expresión de ya lo sabíamos. A pocos se les ocurrió que Fabiana Cantilo podía permitirse esa expresión sin necesidad de tantas pavas interpretaciones.

Al escuchar el disco, el vituperio fue mayor: imperdibles catorce canciones que provocaron señales de asombro, pero pocas acciones de reconocimiento.

Fabi, como cariñosamente se le dice las más de las veces (y disimulando desprecio varias otras), al decir general, se destapaba. Más que nada, de ella misma.

Luego de años siendo la intérprete de canciones ajenas (en muchas oportunidades mejor que las originales; pero eso sólo se le reconoce a Mercedes Sosa), incluso de haber facilitado la explosión de Andrés Calamaro en Argentina por su versión de Mi enfermedad (dicen que Andrés se lo cedió porque no tenía mayor fe en él), de haber sido para el púbico la novia preferida de Fito Páez y de haberse convertido en éxito comercial con Inconciente Colectivo (2005), Cantilo realizaba con apoteótico arrojo un último acto en pos del reconocimiento. El que merecía tanto como se le negaba.

Las asociaciones son tan libres como arbitrarias (¡cómo molesta la gente que hace lo que desea, ¿no cierto Cantilo?), ¿por qué no entonces decir que el derrotero de aquel disco de 2007 terminó en internación? Después de todo, no hay varones que deban escuchar que sus discos son de los mejores que dio el rock masculino. El género sólo vale para mujeres. Y más si son chicas, como Cantilo.

Las chicas (del rock y de cualquier lado) desean un lugar en el mundo, que para ser mundo debe ser visto, y para ser lugar necesita ser deseado. Las chicas (del rock y de cualquier lado), creen que el amor y el afecto superará egoísmos y envidias. Las chicas (del rock y de cualquier lado), como los chicos, quieren rock: actitud, osadía, libertad, entrega, tolerancia, vuelo, sueño, ambición, el cielo, el infierno, la luna, el sol. Quieren todo. Las mujeres, más bien, y según el inconciente colectivo, quieren leyes que les garanticen respeto. No está mal. Por el contrario. Pero la ley llega cuando no hay acuerdo, cuando el respeto falta por abuso de uno, por impotencia de otro. La ley es renunciar a Imagine, de John Lennon. Por eso el rock no es ley. Estrechamente vinculado al espíritu más atávico, el rock conecta a los seres y las cosas, acerca a lo más profundo de lo humano, que de ninguna manera es sólo lo noble. Claro, ese rock no es un género, es un duende tras el cual chicas y chicos dejan el alma.

En sus primeros recitales pos internación, Fabiana Cantilo estaba menos locuaz que de costumbre. Cada cada canción despejaba cualquier duda de que no se tratara de ella. Sin embargo pese al resguardo había un dolor en el ambiente, como una lastimadura que no se podía proteger lo suficiente y el contacto con el aire hacía rememorar lo que conviene recordar sólo en canciones. Había, también, una especie de comunión con el público femenino. No se trataba de segregación, parecía la búsqueda de reconocimiento de las pares. Y Cantilo parecía feliz.

Dijo por aquellos días: "Cuando salí de la clínica bajé un par de cambios. Sé que hablo mucho menos, estoy mucho más callada y meditativa, pero lo demás sigue igual".

Quieran todos los astros que sea cierto. Para que siga haciendo bellas canciones, las cante sin igual, haga divertir a quienes la ven arriba de un escenario con sus agraciados movimientos de infanta, púber, joven, mujer. Siempre en minifalda, siempre chica.

Necesaria. Como la enfermedad. Sin ella sería imposible saber qué es la salud. Y qué santo remedio es el rock.

Fuente: Asterisco