Buenos Aires: La ciudad que ama su actividad teatral

Pepe Podestá, en una fotografía de 1886. Caracterizado como Pepino el 88.

Por Ernesto Schoo

"En Buenos Aires, se estima que ninguna de las grandes ciudades europeas o americanas presenta un conjunto de expresiones teatrales tan numeroso y variado como la urbe porteña." El párrafo pertenece al ensayo con que Beatriz Seibel cierra la tercera parte del primer volumen de su Historia del teatro argentino. Podría suponerse que está hablando de la actualidad, cuando en verdad se refiere a un siglo atrás. Para ella, como para casi todos los investigadores e historiadores de nuestro teatro, el decenio 1900-1910 marca un apogeo. Las cifras son elocuentes: la estadística municipal consigna que en 1910 en esta capital asistieron al teatro 6,6 millones de espectadores, contra 4,2 millones en 1907. Teniendo en cuenta que Buenos Aires tenía por entonces un millón y medio de habitantes, se deduce cuántas veces al año ocupaba un espectador su butaca. A la vez, la estadística indica también cuál es el enemigo más temible: si en 1907 fueron al cine unas 600.000 personas, en 1910 ya eran tres millones y medio.

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Si se toma como punto de partida de un teatro nacional la famosa innovación, hecha por los Podestá, de dar voz en 1884 a la pantomima original del Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, no cabe duda de que en el lapso de veintiséis años se había adquirido una dramaturgia propia, se comenzaban a trazar los primeros esbozos de una crítica y de una historiografía documentada, y trabajaban actores de notable calidad. Seibel anota que en el primer decenio del siglo XX las compañías nacionales han aumentado de apenas tres en 1900, a ocho, diez años después. "En general, son superadas en cantidad por los elencos extranjeros; su incidencia en la oferta de espectáculos es relativa, considerando además la importante presencia de compañías europeas de ópera y opereta. Pero marca el comienzo de un crecimiento que se expande en los años siguientes."

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Entre los investigadores, Luis Ordaz llamó "época de oro del teatro nacional" al decenio, pero advirtiendo que ya se notaban síntomas de declinación. Raúl Castagnino observa que ese auge no puede considerarse nacional, sino tan sólo porteño. Osvaldo Pelletieri propone un "período de constitución", de 1700 a 1884, y un "subsistema de la emancipación cultural", de 1884 a 1930. Ricardo Rojas lo denomina "tiempo de emancipación escénica". Lo concreto es que, para dar un ejemplo al azar, en ese período Pepe Podestá estrena 249 piezas de autor nacional en el Apolo. Y el 11 de septiembre de 1910 se constituye la primera Sociedad Argentina de Autores Dramáticos y Líricos, presidida por Enrique García Velloso, antecedente de la actual Argentores. Dos tristezas, en 1910: el incendio intencional del circo de Frank Brown en la calle Florida y la muerte, en Milán, el 7 de noviembre, de Florencio Sánchez.

Fuente: La Nación